En la jaula de su amor, sus palabras encerraron mis sueños,
un mandato cruel, un frío invierno: Prohibido soñar, sentenció.
Mi
alma
se
acurrucó
en
el
silencio,
congelada en la quietud del letargo.
Las noches se tiñeron de gris, la luna se escondió tras un velo de niebla, las estrellas apagaron su luz.
Pero la vida es un río indomable, que busca su cauce natural.
Un día, llegó la primavera, con sus flores y su canto.
La luz del sol se filtró en mi celda, y el calor fundió la escarcha que cubría las paredes.
Y entonces,
como
un
ave
libre,
mis sueños volvieron a volar.
Colores vibrantes inundaron mi mente, historias fantásticas se tejieron en la noche.
La esperanza renació en mi corazón.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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