El alba se asomaba por el horizonte, iluminando el cielo con sus colores rojizos y anaranjados. El viento soplaba suavemente, acariciando los árboles y las flores.
En la pequeña cabaña, Javier dormía profundamente. Una mujer estaba frente a él. Era hermosa, con el pelo largo y negro, la piel bronceada y los ojos verdes como esmeraldas. Vestía un vestido blanco que se movía con el viento.
Javier abrió los ojos y se sentó en la cama, sorprendido, la miró con incredulidad. ¿Era real? ¿O era solo un sueño?
― ¿Te he despertado?
Javier asintió. ¿Quién eres? ― preguntó.
― Soy una ninfa, he venido a buscarte.
― No entiendo.
Te he visto ― dijo la ninfa. Te he visto en tus sueños. La ninfa se acercó a él y lo besó. Javier sintió su cuerpo arder de deseo. Se besaron durante un largo rato. Mi tiempo aquí se acaba ― dijo la ninfa. Él la miró con tristeza. ¿No volveremos a vernos?― preguntó.
Ella sonrió. Volveremos a vernos ― dijo. En nuestros sueños ― con esas palabras, desapareció.
Javier se quedó mirando el lugar donde ella había estado. No podía creer que todo hubiera sido un sueño.
Javier no pudo olvidar a la ninfa. La soñaba todas las noches, y cada vez se enamoraba más de ella. Decidido, se fue al bosque a vivir en la floresta hasta encontrarla.
Pasaron los días, y luego las semanas, y luego los meses. Un día, cuando ya estaba a punto de perder la esperanza, la vio. Estaba sentada en un claro del bosque, con su largo pelo negro ondeando en el viento.
Javier la llamó, y ella lo miró.
― Por fin te he encontrado.
La ninfa sonrió. Yo también te he encontrado ―dijo.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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