Esperaba en el café de siempre, como otras tardes pero esta vez era distinto. En el lugar sonaba su canción «... eres un cielo lleno de estrellas». Abrió su libro de poemas donde llevaba esa carta que jamás envió, sin remitente, sólo el nombre del destinatario... era para entregarse en mano.
Tantos «te quiero» contenidos en el pecho, tantos besos latiendo en los labios y la espera que parecía eterna aun cuando la hora no había llegado.
La puerta se abrió, el tiempo se detuvo. Era un encuentro que no había buscado pero había esperado hace mucho tiempo.
por: Miguel Quintero
Twitter: Owiruame
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