Ellos escribieron las reglas. Después crearon el sistema punitivo para hacerlas cumplir.
No es que los demás les hubieran elegido como jueces y verdugos. Simplemente comenzaron a tejer su entramado de reglas y normas al rededor de la única ley que hasta entonces existía:
Ama a al Padre de las luces sobre todas las cosas y ama a tus hermanos con el mismo amor y cuidado que tienes para ti. Ama.
Pero esa ley era confusa para aquellos que desean pagar a cada quien con exactitud, con justicia; ni más, ni menos. A cada quien lo que corresponde.
Nunca entendieron lo que el santo de Hipona expresó tiempo después: La medida del amor es amar sin medida.
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