miércoles, 7 de agosto de 2013

elefante

El único animal sobre el que he paseado en toda mi vida ha sido un elefante. Hace más de treinta años, frente a la plaza de toros de mi ciudad, un circo cobraba algo así como cinco pesos por pasear unos veinte o treinta metros sobre el lomo del elefante de la compañía. 

Su piel era áspera como el yute. Sus ojos tristes como la desesperanza. Inclinó su cabeza ante las órdenes de su entrenador y una vez que todos estuvimos arriba, caminó balanceándose lenta y ceremoniosamente. 

Hay quien dice que los caballos o los ciervos son hermosos en su andar, pero los elefantes tienen una rítmica elegancia que ningún otro animal posee; sin embargo, creo que el elefante tiene un don, o apariencia que le destaca: una serenidad que seguramente envidia hasta el mismo Dalai Lama.

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